sábado, 19 de septiembre de 2009

La ley de servicios audiovisuales y el lamentable rol de la oposición

Lo primero que pensé el otro día (el lunes 14/9), apenas después de que la presidenta anunció, en la conferencia de prensa que dio sobre el proyecto de ley de servicios audiovisuales, que se modificaba el artículo en el cual se permitía a las empresas telefónicas entrar en el negocio de la televisión por cable, fue algo así como "¿y ahora de qué se van a disfrazar los que esgrimían como argumento eso de que 'se va a cambiar un monopolio por otro' como excusa para no apoyar este proyecto de ley? ¿qué van a decir ahora para negarse a votar a favor?". Por supuesto, no albergaba grandes esperanzas en cuanto a lo que pudieran decir los diputados de la Coalición Cívica, la UCR y el PRO. Ya han demostrado sobradamente que son capaces de decir y hacer lo que sea, de transar con quien sea y de defender a quien sea, con tal de oponerse a cualquier iniciativa que este gobierno tome. Basta recordar los dichos de Lilita Carrió, cuando dijo que no tenía "ningún problema en defender a llamados grupos económicos si es en defensa de la libertad de expresión", en un rapto de sinceridad ideológica que pocas veces le he visto. Desde ya, Francisco De Narváez, Gerardo Morales, María Eugenia Estenssoro, Oscar Aguad, Patricia Bulrich y varios otros impresentables dijeron barrabasadas de tono similar, agitando una y otra vez los fantasmas del totalitarismo y del fascismo, mencionando a Franco y a Mussolini, a "la Venezuela de Chávez" (y, de paso cañazo, pegándole al compañero bolivariano), y abusando de otros archigastados lugares comunes. De todas maneras, prefiero quedarme con la frase de Carrió, por ser la más elocuente, a modo de ejemplo.
Fue así que, luego de dos días de declaraciones altisonantes y cargadas de alarmismo, se llegó al día en que debía tratarse la ley en la cámara de diputados.
Debo decir que la actitud que demostraron durante la sesión los representantes de los partidos anteriormente mencionados me resultó directamente bochornosa. Me hacían acordar a... ¿Vieron cuando un abogado, al defender a un indefendible, recurre a las argucias legales más rebuscadas, a las piruetas más infames, a las excusas y argumentos más irrisorios, con tal de que no se condene o de que se le reduzca la condena a su defendido?. Bien, los diputados opositores se la pasaron alegando demencia. Se la pasaron apelando a tecnicismos y a supuestas irregularidades (que jamás fueron tales) para invalidar, como sea, la sesión. Pusieron todos los palos en todas las ruedas que pudieron. Usaron uno tras otro el recurso de las "cuestiones de privilegio" cuando no correspondía bajo ninguna excusa. Y disfrazaron, escondieron y mintieron su verdadera y solapada intención: defender a la actual ley de radiodifusión de la dictadura, y a los monopolios que de ella se benefician. Sus maniobras eran desesperadas. Eran verdaderos manotazos de ahogado, tratando de evitar lo inevitable, a toda costa. El espectáculo era patético.
Por el contrario, los diputados del Movimiento Popular Neuquino (MPN), Encuentro Popular, la Concertación, Solidaridad e Igualdad, el Partido Socialista y, obviamente, el Frente Para la Victoria, demostraron estar a la altura de las circunstancias históricas.
Y es que algunos discursos fueron francamente memorables: Eduardo Macaluse (de Solidaridad e Igualdad), por ejemplo, se preguntó: "¿Cuál es la tentación de la oposición?", para luego responderse: "Buscar el favor de los grandes dueños de los medios de comunicación, que no quieren ser regulados. Esto es lógico y natural. No nos tenemos que enojar con los dueños de los medios porque no quieren ser regulados. Simplemente tenemos que regularlos. Esa es la obligación que tiene el poder político". La ovación no se hizo esperar.
Patricia Vaca Narvaja, del Frente Para la Victoria, le recomendó a los diputados ausentes que "lean la Constitución", al referirse al tema de la autoridad de aplicación, recordándoles que "en ningún lugar del mundo, salvo uno ya mencionado como Gran Bretaña, esto existe" en relación a si la autoridad de aplicación debería ser dependiente del Congreso, como plantearon anteriormente varios diputados en ese momento ausentes.
Claudio Morgado, también del FPV, cerró su discurso diciendo que "con esta ley vamos a democratizar la palabra, vamos a volver a construir la información como un bien social para que nunca más ocurra que un medio, tras negociar con un gobierno la reducción de su deuda, manipule la información diciéndonos que la masacre de Kosteki y Santillán sea titulada como 'La crisis se cobró otras dos víctimas'", y también fue ovacionado.
Párrafo aparte merece la contundente, valiente y encendida disertación dada por Carolina Moisés, diputada del FPV por la provincia de Jujuy. Paso a reproducir algunos de sus dichos:

"El enemigo de la libertad de prensa –a la que nosotros queremos tutelar fundamentalmente- es la falta de libertad que tienen los comunicadores sociales que deben ejercer esa libertad de prensa, porque tienen intereses y porque dependen de quienes los emplean y desde dónde van a escribir".

"...cuando todos los medios de comunicación dicen lo mismo, ¿cómo contrasta la gente si lo que dicen no sólo lo muestran con una imagen, con el saber de quienes tienen la solvencia intelectual, sino que cada vez que cambia de canal ve exactamente lo mismo?".

"Estoy convencida de que la futura ley es urgente en este país. Estoy también convencida de que muy poco honor le hacen a la democracia, a las instituciones y a la República los que se llenaron la boca hablando de todo esto, y hoy están de rodillas, allá, frente a las cámaras de televisión".

Vale la pena leer, y si es posible, ver el discurso entero. En Youtube está. Y, como broche de oro, Agustín Rossi, el titular del bloque del FPV, dio la estocada final:

"Yo me tomé el trabajo de ver qué decían los diarios el día siguiente al 15 de septiembre de 1980. El diario “La Nación” decía: “Sanciónase la ley de radiodifusión”, y en el otro rincón –para demostrar que ese era el diario “La Nación” decía: “Memórase la gesta de 1955”. Este diario es del 16 de septiembre de 1980. Y por su parte el diario “Clarín” decía: “Privatizarán 66 medios de radio y TV”.
Si uno analiza los dos principales diarios, observa que tienen títulos bastante asépticos, por decirlo de alguna manera, es decir, ni a favor ni en contra. ¿Será así mañana? ¿O será que a la ley de la dictadura le van a dar un tratamiento más indulgente que a la ley de la democracia?".

Acto seguido vino la votación y ocurrió lo que ya sabemos. No podía ser de otra forma.
Ahora, no puedo evitar volver a pensar en la situación de los legisladores y funcionarios que se oponen a que se apruebe esta ley, y tampoco puedo evitar preguntarme: ¿Cómo se sentirá estar en el lado equivocado de la historia? ¿Cómo se sentirá parecerse más a Uriburu que a Yrigoyen, o más a Aramburu que a Perón? ¿Qué pasará por las cabezas de quienes, a sabiendas (y estoy seguro de que es a sabiendas), juegan a favor de los poderosos y en desmedro de los más débiles? Que no me vengan a decir que, por ejemplo, Fernando Iglesias realmente cree que esta sea una "ley mordaza", como dijo en varios lugares. Se puede entender que un ciudadano común y corriente, que no leyó la ley y que es azuzado por los medios masivos, repita esa consigna. Pero del señor Iglesias, que sí la leyó, sólo puedo inferir dos cosas: o que no entendió lo que leyó cuando leyó la ley, o que miente con descaro. No hay forma alguna de que se pueda esgrimir semejante falacia basándose en ninguno de los artículos que componen el proyecto de ley. Y que tampoco me vengan con que Macri (¡Macri, justamente!) no piensa para sus adentros "cómo me estoy mandando la parte" cuando dice, como dijo anteayer, que "este es el gobierno más fascista que hemos tenido en años". Claro, perseguir y criminalizar cartoneros no es fascista, pero enviar al congreso un proyecto de ley que fue construido y que es avalado por una enorme cantidad de intelectuales, estudiantes y profesionales de la comunicación y organizaciones sociales sí lo es.
Estos nefastos personajes tienen reservado un lugar en la historia, y uno no muy digno que digamos. Y esto, seguramente, lo deben tener en claro desde hace ya un largo rato.

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